Muchos escritores asocian la descripción de una nueva locación a crear una pintura. Y esa es una bonita forma de verlo: lo que quieres es inspirar la imaginación y hacer que el lector visualice el mundo que estás creando. Sin embargo, a veces sucede que te lo tomas a pecho y terminas por describir de más, saturando a tu lector de información que tal vez no sea tan necesaria.

Pero: ¿Cómo saber cuándo es demasiado?

Aquí es cuando echas mano al término «economía del lenguaje» que no es otra cosa que tratar de minimizar el esfuerzo invertido al describir eso que le quieres mostrar al lector teniendo en cuenta el valor de las palabras. Es decir, estamos haciendo alusión al valor intrínseco, a lo mucho que puede decir una simple palabra solo con nombrarla.

Cuando te digo «gato», la palabra ya tiene el valor suficiente para que te hagas una imagen de ese animal en la cabeza sin que yo tenga que acudir a hablarte de las patitas esponjosas, las uñas retractiles, las la cola larga, las orejas triangulares o los bigotes. Es más, hasta es posible que hayas pensado en un gato que conozcas.

Es más que obvio que el estilo de cada escritor es diferente y algunos escritores preferirán dedicar más a la descripción que otros. Por lo que este artículo solo pretende dar sugerencias a aquellos que sienten que están abusando de este recurso, tiendo siempre como guía la economía del lenguaje.

Tips para describir el entorno de tu historia

1- Evita abusar, conociendo muy bien el lugar.

Para controlar cuanto quieres describir la locación debes conocerla muy bien. En tu primer borrador o en un documento aparte expláyate describiendo el entorno. Escribe todo lo que puedas sobre él. Si puedes, haz un mapa o los planos del lugar o usa un simulador de diseño para visualizar el espacio.

Una de las razones por las que describimos los alrededores de nuestros personajes con tanto detalle es porque queremos aclararlas para nosotros mismos por lo que cuando ya la has diseñado y visualizado, te quedará más fácil volver a tu historia y reducir palabras.

Es más fácil para ti y el lector cuando incluyes detalles descriptivos que son absolutamente necesarios.

2- Ponte en los zapatos de tus personajes

Define a los personajes que estarán presentes en la escena que presenta tu locación por primera vez. Independientemente el punto de vista, piensa qué aspectos de la locación son los que están viendo.

Imagina que estás parado en el mismo lugar en el que ellos. ¿Puedes ver lo que hay al otro lado de la montaña? ¿Puedes darte cuenta del desorden de la cocina desde el garaje? Hazte preguntas de ese estilo. De esta manera vas a resistir a la necesidad de describir lugares que tu personaje no puede ver en ese momento.

Como en todo, hay excepciones. Pero en general trata de limitar las locaciones que describes al espacio que tu personaje está ocupando en el momento de la escena que escribes.

3-Empieza pequeño y construye sobre eso

Cuando tiene que ver con locaciones complejas como lo son países ficticios, planetas o incluso complicadas estructuras políticas, la exposición es la clave. Ayuda a tu lector con detalles pequeños que pueda tragar, con esto le das tiempo para sentirse en casa.

Piénsalo de esta manera: cuando te cambias de ciudad lo más común empezar a conocer las áreas cercanas a tu casa, especialmente aquellas que frecuentas más, y luego inspeccionar el resto del lugar.

Es más fácil recordar cuando construimos sobre un conocimiento existente. Un lector entenderá con menos problema cómo es la estructura gubernamental de tu país si ya comprenden cómo se aplica a la cotidianidad del personaje.

La escala  variará dependiendo la historia. A veces podrás cubrir todo lo que tienes que decir en unos cuantos párrafos y otras veces necesitarás llevarte algunas hojas o capítulos. Permítete algo de flexibilidad, pero haz lo posible por empezar por algo pequeño con el fin de crear conexión con el lector.

4- Sé económico

Cuando veas que una frase funciona, no uses un párrafo. Usa comparaciones y opiniones de tus personajes que puedan aportar a que el lector se forme una idea del entorno.

Por ejemplo:

«El escenario era tan mágico como lo recordaba: las luces apuntaban directamente a su rostro haciendo que no pudiera ver nada más allá de lo que estaba dominado por ellas. El resto del mundo era tan solo una mancha negra que reía o lloraba conforme la historia lo fuera requiriendo».

Aunque un poco improvisada, la frase crea una imagen en tu cabeza sin que yo tenga la necesidad de describir el color del suelo del escenario o de las sillas de los espectadores, cuál es la forma del escenario, cuántos espectadores hay o demás datos relacionados con el lugar.

5-No hagas que tus lectores pierdan el tiempo

Un lugar solo es importante siempre y cuando ocurra algún tipo de acción en él. No gastes  tiempo describiendo lugares en los que ni siquiera habrá una escena de tu historia o en los que no pasará nada importante —todos sabemos cómo es un bus por dentro, a menos de que tenga algo especial que le cambie el sentido a tu historia solo con que digas que tu personaje se subió al bus basta—. Si te tomas el tiempo de escribirlo y tu lector de leerlo, que se trate de algo importante.

Por ejemplo, si tu historia trata de una joven que sale de su pueblo para conocer el mundo, no le dediques un capítulo entero a mostrar cómo era la casa que dejó atrás al comienzo de la novela. Es verdad que la casa de tus personajes puede revelar mucho de su personalidad, pero no es la única forma de dar a conocerla. Dale a tu lector los detalles necesarios para que entienda la escena y luego continúa con la historia.


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