Tal vez te pase lo mismo que a mí: a veces te sientes culpable por dedicar tu tiempo en ponerte a escribir en vez de hacer alguna otra cosa más importante. Ves como los platos se acumulan al mismo tiempo que tu historia se va llenando de palabras. Y justo hoy, de entre todos los días, te tocaba limpiarlos a ti.
Solo tienes una palabra para lo que está sucediendo: «Procrastinación»
No te alarmes, no eres un vago sin remedio.
Sucede que, en teoría, siempre estamos procrastinando y por eso curarla es algo imposible. Sin importar en lo que estés trabajando, hay miles de otras cosas que podrías estar haciendo.
La cuestión sería ¿cómo puedes hacerlo bien?
¿Cuál es la mejor forma de procrastinar?
Primero ponte a pensar qué es lo que estás haciendo en vez del trabajo en cuestión que deberías estar realizando:
¿Nada?, ¿Algo menos importante?, ¿Algo más importante?
Si escogiste la última opción ¡Felicidades! Estás en el rango de la buena procrastinación.
Los que son buenos procrastinadores prefieren dedicar su tiempo a trabajar en cosas grandes en vez de cosas pequeñas -por cosas pequeñas se entienden aquellas por las que nunca vas a ser recordado-.
Yo sé que es difícil saber qué es aquello por lo que serás recordado, pero hay una gran cantidad de tareas que podrías dejar para después y que lo más probable es que no te harán trascender: afeitarte, lavar la ropa, limpiar la casa, escribir notas de agradecimiento, o revisar tus redes sociales. En pocas palabras, todo aquello que da la impresión de ser un «recado».
Una buena procrastinación evita los recados y se centra en el trabajo real.
Algunos recados -como por ejemplo revisar tu bandeja de correos- puedes simplemente ignorarlos hasta que tengas el tiempo de revisarlo y no pasa nada. Otros, como pagar impuestos tendrán graves consecuencias si los dejas de lado. En principio, este tipo de cosas, que son urgentes e importantes en tu vida, no deberías dejarlas de hacer.
El trabajo real necesita de dos cosas para que lo puedas realizar: una gran cantidad de tiempo y el estado de ánimo correcto. Si estás inspirado por algún proyecto podría ser algo muy bueno dejar de hacer lo que se supone que debes hacer por los próximos días para trabajar en él. Si, esos recados te podrán costar más tiempo cuando finalmente tengas que hacerlos, pero ganarás mucho más al posponerlos por un rato y serás más productivo.
Forzar a alguien a hacer recados sucesivamente es limitar su productividad. El costo de una interrupción no es solo el tiempo que toma sino que detiene el ritmo de trabajo y volverlo a retomar no es algo fácil.
Los recados son tan buenos matando proyectos que da la impresión de que mucha gente los usa justamente para eso. Por ejemplo, alguien que ha decidido empezar a escribir una novela encontrará que la casa tiene que limpiarse. La gente que falla como escritora no es precisamente porque pasen meses sentados frente a una hoja en blanco sin escribir nada: es porque se dedicaron a jugar con el gato, salir a hacer mercado, encontrarse en un café con un amigo o a revisar sus bandejas de correo electrónico.
«No tengo tiempo para trabajar», dirán. Y es verdad: ellos mismos se encargan de no tenerlo.
Volviendo a los niveles de procrastinación, el más peligroso es el segundo porque no se siente como tal.
Estas haciendo cosas, solo que las equivocadas.
A menos de que estés trabajando en lo más grande e importante que puedas, tu lista de «cosas por hacer» solo te quitará tiempo valioso.
¿Cuál es la mejor cosa en la que podrías estar trabajando y que no estás haciendo?
Para hacer un buen trabajo, necesitas más que solo tener buenas ideas o encontrar buenos proyectos: tienes que dedicar tiempo para hacerlos realidad y eso puede ser difícil.
Entre más grande el proyecto es más difícil forzarte a trabajar en él.
Tal vez el problema principal es que nos cuesta: los grandes proyectos no te recompensan mientras los haces o inmediatamente los has terminado. Se requiere un tiempo para que empiecen a dar sus frutos.
Si la recompensa se ve lejos en el futuro, parece menos real. Eso hace que durante mucho tiempo sientas que no estás logrando nada.
La otra razón por la que la gente no trabaja en proyectos grandes es, irónicamente, porque sienten que están perdiendo el tiempo.
Piensan cosas como: «¿Qué pasa si fracasa? Todo el tiempo que he invertido será perdido». Sin embargo, en la realidad esto no es tan así, ya que trabajar en un proyecto grande casi siempre te llevará a algún lado.
Finalmente, la razón más importante por la que dejamos nuestros grandes proyectos de lado es porque tenemos miedo: enfrentarlos nos causa terror.
Terror si fallamos o terror si triunfamos-y el terror es algo que puede petrificarnos-.
La clave está en deslumbrarte a ti mismo con todo lo bello que haces y apreciar el esfuerzo que pones en lograrlo. Trabaja en cosas pequeñas que hagan parte de algo grande: divide el trabajo en varias partes y mantén la moral alta.
No es ningún signo de debilidad tratar de afrontar los retos en pequeñas tareas que sientas que puedes superar fácilmente. Tampoco te sientas mal por dejar de hacer algunas cosas que se supone que deberías hacer –como lavar los platos-. Piensa que estás trabajando en algo que aportará mucho más a tu vida y si quieres hacer algo bien tienes que empezar por concentrarte.
Claro, es necesario que dejes de hacer ciertas cosas. Pero eso no implica que no las vayas a hacer nunca.
La mejor forma de sacarle provecho procrastinar está en dejarte llevar por aquello que te inspira: trabajar en un proyecto ambicioso que disfrutes en verdad y dejar sin hacer las cosas que te alejen de él.
Ahora ¿Qué estás esperando para lograr tus sueños?
Esperamos que este artículo te de ánimos para seguir escribiendo. Si te sirvió la información, alegra nuestro día con un ‘like’. No olvides seguirnos en redes sociales para tener más consejos de escritura y ayudas para escritores.
Cuéntanos qué otras estrategias usas para animarte a seguir escribiendo. ¡Nos encanta escuchar tus anécdotas!
Imagen: Bianca Moraes (vía flickr)