En tu historia, la exposición es la información necesaria para explicar lo que está sucediendo. Es algo que difiere al dialogo, sin embargo, junto con él, conforman una obra escrita. La exposición es todo aquello que no pertenece al dialogo, por esta razón, es importante lograr un equilibrio perfecto entre ambos ya que si pones mucha explicación en una sola hoja, lo único que lograrás será aturdir a tu lector. Cuando lo saturas, deja de prestar atención a lo que estás diciendo y por consiguiente terminará por perder el interés. Para evitar eso, lo mejor es aprender a administrar la cantidad de información que vas botando y la manera en la que lo haces.

Siempre debes tener en cuenta que la exposición no debe dominar toda tu obra, especialmente si no contribuye al ritmo de tu historia. Puede que te hayas matado construyendo un mundo o que quieras que tu lector conozca hasta el último detalle de un lugar, pero no por eso debes hacer un tratado. Es importante que aprendas qué cosas entran y qué cosas debes reservarte para ti mismo.

¿Entonces, qué debo hacer?

1- La regla de oro es que la exposición no debe llamar mucho la atención. Lo importante es la sutileza. La mejor manera de aprender a hacerlo es volviendo a leer tus libros favoritos y analizando la manera en la que el autor manejó la información que iba dando. Fíjate en cómo cada uno de los elementos contribuye al desarrollo de la historia.

2- Deshazte de todo lo que sea relleno. Ya sabes, esas cosas que no son tan trascendentales para el lector. Incluso cuando estás investigando para tu novela, no es necesario que pongas absolutamente todo lo que investigaste dentro del libro. Por ejemplo, si estoy leyendo una historia que se desarrolla en el siglo XIX lo último que quiero es que sea un tratado sobre las costumbres victorianas. Más bien, muéstrame algunas cosas que ayuden a desarrollar a los personajes y a la trama. Eso es todo lo que necesito saber.

3- Si necesitas dar datos importantes pero no sabes cómo hacerlo, pon a tus personajes para que lo hagan por ti. Hazlo a través del dialogo. También puedes hacerlo a través de sus pensamientos. Como algo que ellos se preguntan o tal vez como algo que acaban de descubrir. Tú decides.

4- Actúa primero, explica después. Los lectores no deben saber todo desde el comienzo, así que tómate tu tiempo para ir explicándoles las cosas en la medida en la que desarrollas la trama.

5- Recuerda que el primer capítulo es crucial. Si el primer capítulo es aburrido y está lleno de información innecesaria, tanto los agentes literarios como los lectores lanzarán tu trabajo al traste.

Imagen: Frédéric BISSON (vía flickr)

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